Budapest en 2 días

Fueron solo dos días en Budapest, pero la ciudad me tocó en lugares profundos, como si cada esquina contara una historia que no quería que olvidara. Llegué un viernes por la tarde, y desde el primer paso fuera del tren, sentí que esta ciudad no se visita, se habita.


Día 1: Termas, sabores y un atardecer inolvidable



Me instalé en un apartamento de techos altos y ventanas de madera vieja, cerca de la plaza Oktogon. La primera decisión fue clara: los baños termales. Elegí Gellért, más pequeño que Széchenyi, pero con una arquitectura Art Nouveau que me hizo sentir dentro de una película de Wes Anderson. Me quedé horas allí, pasando de la piscina caliente al vapor, escuchando cómo los húngaros charlaban en voz baja. Había algo casi terapéutico en el eco de sus voces y el olor a piedra húmeda.

Si prefieres una opción más animada, también puedes visitar las famosas termas Széchenyi en el Parque de la Ciudad.

Por la tarde camine por el Mercado Central. Probé un langos por primera vez: una especie de torta frita cubierta de crema agria y queso. A simple vista no parecía nada del otro mundo, pero con el primer mordisco... madre mía. Es como si la abuela de alguien te diera un abrazo en forma de comida.

Subí luego a la Citadella, en lo alto de la colina Gellért. El cielo estaba teñido de naranja y violeta, y desde allí arriba el Danubio parecía una cinta de seda moviéndose lentamente entre Buda y Pest. Un chico tocaba el violín. Me senté en el muro de piedra a escucharlo y me sentí exactamente donde debía estar.

Puedes terminar el día con un Crucero nocturno por el Danubio, una de las experiencias visuales más impresionantes de la ciudad.


Día 2: Historia viva y sonidos inesperados



El segundo día lo dediqué a conocer el pasado de la ciudad. Empecé en la Casa del Terror. Salí de allí con un nudo en el estómago. Las voces, las fotos, los sótanos... todo hablaba de un dolor profundo, de los años oscuros del fascismo y el comunismo. Me hizo ver a Budapest con otros ojos: no solo bella, sino valiente.

A media mañana me acerqué al Parlamento. Aunque ya lo había visto desde la colina el día anterior, contemplarlo de cerca es abrumador. Para quienes deseen entrar, lo mejor es reservar el tour al Parlamento de Budapest con antelación.

Después, bajé hacia el barrio judío. La Gran Sinagoga, imponente, me dejó sin aliento. Pero fue en una calle secundaria donde viví algo curioso: entré a una pequeña tienda de vinilos y me puse a hablar con el dueño, un señor canoso con gafas redondas. Le habor canoso con gafas redondas. Le hab\u00l4 en inglés, él me contestó en húngaro, pero de algún modo nos entendimos. Me recomendó un disco de un grupo húngaro de jazz-folk. Lo compré sin pensarlo.

Esa noche, en mi alojamiento, lo escuché entero mientras cenaba un plato de pörkölt (un guiso especiado de carne) que había comprado para llevar. Sonaba melancólico, pero hermoso. Como la ciudad.

Para explorar este lado cultural de noche, puedes apuntarte al Free Tour Nocturno por Budapest.


Budapest en dos días: belleza que se siente


Dos días en Budapest me dejaron lleno de preguntas, sensaciones y gratitud. Es una ciudad que te obliga a mirar más allá de la postal. Que te ofrece belleza, sí, pero también profundidad, heridas, coraje. Me fui con la sensación de que Budapest no se ve: se siente. Y aún la escucho, a veces, en los días de lluvia.


Haz que tu viaje sea inolvidable con estas experiencias:



Experiencias en Budapest